La historia recuerda que Neil Armstrong fue el primer hombre en pisar la Luna. A Buzz Aldrin, su compañero, como el segundo en llegar a nuestro satélite natural. Pero la misión más espectacular del Siglo XX tuvo un tercer astronauta, tan importante como los otros dos: Michael Collins, piloto de mando del Apolo 11.
Si bien los tres contaban con similares historias (por ejemplo, habían nacido en 1930 y eran pilotos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos), Collins tenía a cargo una de las misiones más terroríficas que puede haber pasado un ser humano: quedarse solo.
Y no estamos hablando de quedarse sólo en una habitación, sino al otro lado de la Luna, sin contacto de radio con la Tierra o con sus otros dos compañeros del Apolo 11. Esto es porque Collins era el encargado del Módulo de Mando “Columbia”, una pieza clave de la misión, necesaria para que los tres héroes pudieran regresar sanos y salvos a la Tierra tras haber alunizado en el módulo “Eagle”.